domingo, 3 de mayo de 2015

VIVENCIAS EL ANTES Y EL AHORA


EL ANTES Y EL AHORA

(EL DÍA A DÍA CON ESA GRAN DESCONOCIDA: LA FIBROMIALGIA)

Me llamo Eva, soy madrileña de nacimiento y asturiana por elección,  tengo cincuenta y cuatro años y muchas ganas de vivir. Estoy contenta  porque al final conseguí  lo que deseaba: vivir  donde quiero con las personas que quiero. Pero me está impidiendo disfrutar de lo conseguido, el no aceptar a  “la Eva de ahora” y dejar atrás a  “la Eva de antes”.


Antes madrugaba (me levantaba a las seis y media de la mañana) ordenaba la casa antes de irme a trabajar, llegaba a las cuatro de la tarde a casa y el resto del día era para la familia, para mí y la casa (compartida con mi marido), no dormía siesta habitualmente y me acostaba más allá de las doce y media de la noche.
Ahora me obligo a levantarme a las 9h (si por mí fuera no me levantaría) y me siento agotada según me levanto, y esos son los días que estoy mejor porque con suerte ese día no me duele alguna parte de mi cuerpo lo suficiente como para que pueda pasar sin tomar calmantes. Me vuelvo a sentar para la siesta (sin contar las veces que me he sentado “cinco minutos” durante la mañana) y me suelo ir a la cama a las diez u once de la noche.
Ahora no trabajo fuera de casa. El trabajo más duro de casa (para mí), es mantener la casa limpia y me lo hacen; Me gusta cocinar pero me canso de estar de pie. Si salgo tiene que ser por la mañana o la tarde y llego agotada, ya no puedo hacer eso que dicen los hombres que nos gusta tanto a las mujeres que es ir de compras. Pero tampoco puedo recorrer la ciudad y sus monumentos, ni hacer rutas o visitar todos esos  parajes que no conozco de Asturias.
Antes, y no me voy a remontar a cuando esquiaba, con cuarenta años iba al gimnasio, nadaba, hacía yoga y andaba todos los días dos horas mínimo, dependiendo del tiempo que tuviera.
Ahora voy a la piscina dos veces en semana (por prescripción facultativa) y andar no llega a media hora y porque tengo (obligación) que sacar a la perra.
Antes tenía mi trabajo y cuando me quedé sin él pensé que tenía otra oportunidad laboral e hice mis planes para la segunda oportunidad: iba a hacer cursos de informática (porque me gusta), para después dedicarme a ello.
Ahora tengo el tendón del brazo derecho roto y no puedo estar mucho tiempo utilizando el ratón. En vez de hacer cursos de informática estoy haciendo “cursos sobre el Servicio Sanitario y sus dioses”. No puedo estar mucho tiempo sentada porque las caderas y las lumbares no me lo permiten.
En un período de mi vida, caí en una depresión y con ayuda profesional salí del agujero y aprendí hacerme fuerte y a quererme como era y no necesité ni quise ir por la vía de los medicamentos.
Ahora te encuentras con dos situaciones psicológicas diferentes:
Una,  tu mente se cansa de luchar contra esta situación, encontrarte en un cuerpo de lo que debería ser una persona de ochenta o noventa años. Entonces te  deprimes, te pones de mal humor, pero una vez que utilizas el razonamiento y la aceptación de los hechos intentas disfrutar de la vida con las limitaciones actuales.
Otra, luchas contra un fantasma. Una nube que se te posa en el cerebro y no te deja ver la luz. Cuando aparece la nube que se te va metiendo en el cerebro que hasta las neuronas “se deprimen” contra eso no vale el razonamiento, no sirve ningún método de psicología, no puedes luchar porque  estás tan agotada  psíquicamente que no te deja ni pensar y esta situación aparece según abre los ojos (si es que has podido cerrarlos).

Hay muchos más síntomas que no he mencionado porque ya me parece suficiente como muestra.

ANTES era una persona activa AHORA intento ser realista para poder seguir siendo “activa”.


2 comentarios:

  1. He visto a mi hermana luchar contra esta enfermedad a distancia. Ella vive en Asturias y yo Gran Canarias. Cuando hablamos por teléfono se cansa enseguida y a pesar de ello estamos a veces mas de una hora hablando, preocupándose de mi y de nuestra familia. Es una luchadora. Tod@s los sois.
    Animo a tod@s
    Un beso grande, hermana

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    1. Gracias, hermana pequeña por entender (o por lo menos intentarlo) lo que me pasa que estoy convencida de que es lo mismo que le pasaba a mamá.

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